Error de perspectiva
Error de perspectiva
Una de las razones de la revitalización del turismo en la Argentina luego de las restricciones impuestas por la sorpresiva aparición del COVID-19 fue el fomento de la actividad por parte de las políticas públicas. Antes, durante la peor parte de la pandemia, el Estado había sostenido, a través del aporte de subsidios, a las empresas vinculadas al turismo y a sus trabajadores. Es decir, el Estado intervino para atenuar el fuerte impacto causado por la emergencia sanitaria y luego, para impulsar, por ejemplo a través de los programas PreViaje en temporadas bajas, el resurgimiento de un sector que en la actualidad presenta estadísticas incluso superadoras de las existentes en 2019.
En este contexto de análisis debe juzgarse como razonable la reacción de los funcionarios encargados de las áreas de Turismo del Norte Grande argentino, entre ellos el catamarqueño Roberto Brunello, en contra de los planes de la fuerza política La Libertad Avanza respecto del turismo en caso de que Javier Milei resulte electo presidente de la Nación.
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Para los libertarios, no es tarea del Estado el fomento del turismo, que solo debe tener como protagonista al sector privado. Con esa lógica, uno de los once ministerios nacionales que serían eliminados si Milei asume la primera magistratura del país es el de Turismo. Quien explicitó la mirada de La Libertad Avanza fue Eugenia Rolón, responsable de Comunicación de esa fuerza: “El turismo es un emprendedurismo que los jóvenes actualmente están involucrándose. Es fenomenal, pero al mismo tiempo en Argentina hay otro tipo de preocupaciones ahora, y creemos que el sector privado va a saber recibirlos muy bien a todos esos exitosos que hoy trabajan en el turismo por parte del Estado. Pero no creemos que sea para nada necesario actualmente que se fomente el turismo a través del Estado cuando la mayoría de los chicos no tienen para comer”.
La experiencia demuestra que el motor de la actividad turística es la complementación público-privada. La experiencia argentina, y particularmente del norte argentino, abunda en ejemplos de la necesidad imperiosa de esa articulación.
El fomento del turismo por parte del sector público, generando sinergia con el sector privado, es una de las pocas políticas de Estado que tiene la Argentina. Es decir, una coincidencia generalizada entre los gobiernos que han tenido hasta ahora el país y las provincias, más allá del signo político de las gestiones. Romper con esa tradición sería un cambio de paradigma que podría resultar el principio del fin para una gran cantidad de emprendimientos privados y una amenaza para sostener el crecimiento del sector.
“El turismo no solo genera miles y miles de empleo genuinos, sino que es la actividad económica más transversal de la que viven empresarios, emprendedores de todas las escalas y miles de familias que no forman parte directamente de la actividad”, menciona el comunicado del Ente Norte del Consejo Federal del Turismo firmado por los ministros.
Y agrega: “El Norte argentino es una de las regiones que, en la industria turística, más crecimiento sostenido tiene en varios indicadores» y que «esto no sería posible sin la asociación pública–privada; un Estado presente, puesto a brindar herramientas para que el sector privado crezca y potencie así sus efectos de inclusión económica”.
El error de la perspectiva de análisis libertaria es considerar al aporte estatal al turismo –y también a la educación, a la ciencia- como un gasto. Se trata, en rigor, de una inversión y, en el caso del turismo, redituable en el corto plazo. La buena noticia es que, en base a la experiencia de tantos años, difícilmente prosperen políticas que tiendan a retirar al sector público del fomento de la actividad. Habrá que enfocarse, en todo caso, en hacer un uso eficiente de cada peso que se invierta con ese propósito.